ENSAYOS DE FONDO -OTROS AUTORES-


Falacias, TIAR, preguntas y la Bandera Nacional

Walter Rubén Hernández Juárez

El problema con Nicaragua continúa, cada día que transcurre ocurren dos cosas, la gente hace preguntas que no se responden y por otro lado la gente ya se acostumbra a la situación.
Ambas cosas no le hacen ningún bien al país.
¿Por qué no hemos acudido al TIAR, Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca o Pacto de Río, por la ciudad de Río de Janeiro, Brasil donde se firmó dicho tratado el 2 de setiembre de 1947?
La excusa, o la estrategia, como le dicen en la Cancillería, es esperar, no importa que en todas las instancias pase lo mismo, votan para que todo se solucione, Ortega desconoce todo y nosotros presumimos de victoria moral, mientras el territorio nacional sigue invadido.
Nuestro gobierno esgrime también la excusa de que no es el momento adecuado para invocar el TIAR, que no tendría Costa Rica, como en anteriores oportunidades, un apoyo material e ideológico, debido a los países de ALBA.
Excusas, solo excusas
Y falacias
Porque en 1955 y en 1978, cuando nuestro país se vio en la necesidad de invocar el TIAR, precisamente por violaciones de nuestro territorio de parte del gobierno de Nicaragua, tampoco teníamos todo el apoyo material e ideológico en América Latina.
En ambas décadas, de los 50 y del 70, Nicaragua siempre contó con ayuda material e ideológica de  las dictaduras de derecha del continente, países como Chile Argentina, Paraguay, República Dominicana y otros, no ocultaron su simpatía por los Somoza y en los años 70 incluso un abierto apoyo del gobierno de los EEUU, que de no haber mediado el estúpido y cruel asesinato en cámaras a manos de la Guardia Nacional de Nicaragua, de un periodista estadounidense, que motivó el cese de la ayuda norteamericana, quien puede decir lo que habría ocurrido.
Por eso es una falacia pretender que necesitamos de un apoyo absoluto para invocar el TIAR.
Con respecto a la última vez que invocamos el TIAR, lo que ha variado es que uno de los países que más nos apoyó, hoy no está de nuestro lado, Venezuela, con su democracia extraviada, es más que evidente que no brindará apoyo a un pueblo desarmado, a un país sin ejército permanente ni militares profesionales, precisamente porque  Venezuela es gobernado por un miembro de esa clase extraña que son los militares latinoamericanos, que con muy pocas y honrosas excepciones, lo único que han demostrado es su notoria incapacidad para el gobierno y para la guerra y han convertido lo que fueron ejércitos libertadores en ejércitos de ocupación de sus propios países.
Al igual que en 1978, cuando el gobierno de los EEUU no tenía precisamente  muchas ganas de apoyarnos, hoy la administración Barack Obama tampoco se caracteriza por su preocupación de los problemas latinoamericanos y los costarricenses en particular.
Entonces dejémonos de falacias y de excusas, la situación hoy no es más difícil ni más comprometida de lo que fue en los años 50 o 70, lo que ocurre es que los gobiernos de aquellos tempos, José Figueres Ferrer en 1955 y Rodrigo Carazo en 1978, fueron mucho más decididos y coherentes en su manera de actuar ante el problema.
Hubo violaciones del territorio nacional, sin ningún justificativo que pudiera configurar una mínima excusa dentro del Derecho Internacional Público, violentándose los principios ya universalmente aceptados sobre la guerra, luego del fin de la Segunda Guerra Mundial e invocamos el TIAR.
Invocamos el TIAR pero además actuamos.
Hoy hemos dado vueltas, gritando histéricamente y los miembros de nuestra Cancillería actúan como los Pavos Reales, desplegando un plumaje de majestuosos colores, muy bello pero inútil. No pretendemos que sean Halcones, pero aquí en Costa Rica sabemos que hasta el humilde Yigüirro defiende su nido cuando es atacado.
Se trata de la Soberanía Nacional, se trata del Territorio Nacional y no de un simple daño ecológico.
Esta muy bien ser pacíficos, pero el pacifista es una deformación que tolera cualquier abuso y eso no es aceptable en una democracia, no lo aceptamos ni en 1955 ni en 1978.
Está bien no ser violentos, pero el derecho y la razón, en la democracia, requieren a veces del uso de la fuerza, como en 1955 y 1978.
El adefesio de gobernante que tienen en Nicaragua no es un demócrata, ni tampoco lo son  la mayoría de los principales aliados que tiene Nicaragua, nos guste  o no, esa gente tiene mentalidad de matones.
Estoy más que seguro que a hombres como Juanito Mora  en Costa Rica, en 1856 o a Winston Churchill en Inglaterra en 1940, no les fue sencillo tomar la decisión de pronunciar palabras como “costarricenses a las armas!”  o “solo les prometo sangre, sudor y lágrimas”.
Nuestro gobierno debe dejar de apuntarse éxitos de papel y preparase, prepararse para lo más difícil.
El Ministro de Seguridad, que ya debería haber renunciado, mandó a la Guardia Civil a izar el pabellón nacional y luego los retiró, dejando abandonada la bandera tricolor, que fue arriada y capturada. En tiempos quizás más salvajes pero donde se respetaba el honor, esa afrenta se pagaba con el pelotón de fusilamiento o si el culpable tenía lo que hay que tener…se volaba la tapa de los sesos.
Instamos al gobierno de la República a prepararse, al fin y al cabo todas sus declaraciones acaban diciendo siempre que en última instancia pediremos ayuda internacional, para acabar con la violación del territorio nacional, por medio de la fuerza.
Hoy, no podemos hacer menos que lo que hicimos en 1955 y en 1978, no podemos pretender que jóvenes canadienses o colombianos vengan aquí a arriesgar la vida, no podemos pedirle a las madres colombianas y canadienses que manden a sus hijos a morir por nosotros, si nosotros no estamos dispuestos a ser los primeros en estar de pie.
En 1955 y 1978 empezamos a defendernos solos, luego llegó el apoyo internacional, no podemos hacer hoy, menos que lo que hicimos en aquellos momentos.
Por décadas, nuestra propaganda nos ha dicho porque vale la pena invertir en Costa Rica, porque vale la pena vivir en la democracia de Costa Rica…hoy, como ocurre en la vida de muchos pueblos, los acontecimientos nos obligan a preguntar: ¿Por qué vale la pena morir por Costa Rica?